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Exposiciones de sangre gratis en plazas públicas.
Los niños ya no dejan piedras en el suelo,
sino su propio cuerpo,
y les funciona para tomar territorio
si tienen suerte.

Sé que necesito hacer más ruido,
mear fichas en una esquina para marcarla mía.
Si planto un árbol y nadie lo ve, no echa raíces.
Si nadie me tiene envidia, ¿de verdad tengo talento?

Me siento siempre insuficiente, me creo un dios invisible.
Estoy convencida de que mi sitio es el tablero,
pero preferiría existir en lo profundo del infierno
a existir en un lugar donde puedan verme.

Me siento vieja a los diecisiete, me siento atrás en clase
y contemplo al de delante jugar un torneo internacional
mientras digo a la vez “oh, yo podría hacer eso”
y “ojalá pudiera hacer eso”.