El 3

“desde la ventanilla tranviaria mi
      asiento es la cima
      del mundo”
- Alejandra Pizarnik

 

I.

Brazos de asfalto se desperezan.
El cielo me saluda desangrándose.
Lo contemplo sonámbula y sola.

Cuando nací,
quedaban siete años para el fin del mundo,
o eso se suponía.

Sin embargo, el fin del mundo tiene la mala costumbre
de adelantarse o retrasarse según menos convenga.
Así que sobreviví al apocalipsis de adolescente,
y, en algún momento del Armagedón,
me enamoré y me casé por inercia.

Ahora todas las mañanas me arrastro por el alba
rumbo a pedirle a mi esposa
un beso y un poco de clemencia.

 

II.

Las vistas hacen carreras hacia mi pupila.
Edificios históricos. Casas en ruinas.
Niños en coches. Pájaros muertos.

El público dentro y fuera.
Mis ojos grandes, dientes pequeños.
Sus almas en cajitas de vidrio.

Y el paisaje que no veo, el que tapan las paredes.
Como no sé casi nada, puedo inventarlo todo.
Puedo fingir que leo
la mente de aquel chico.
Puedo observar el caos
tras mi cristal, a salvo.

Todavía puedo ser testigo.

 

III.

Y llego, pero
¿a dónde?

Cinco rectángulos de hierba,
senderos grises y bancos de hormigas.
El velo de niebla ya se desvanece,
abandonándome en el mundo real,
con las imágenes nítidas y afiladas.

Mis pasos no son míos,
no en mañanas como esta.
Camino resignada y pienso:

Es este el lugar?
Es este el lugar??
Es este el lugar???

Entonces lo recuerdo:
esto es solo una parada.

Y no sé qué es peor.